Imaginemos al tío Roberto
Un caballero de origen campesino, trato amable y respetuoso, conservador de la picardía, agudo para la talla, buena memoria, gozador de cazuelas y tintos, bueno para la cueca, fiestero improvisado, cantor de nacimiento, guitarrero prodigioso, conocedor del verso popular, del arte rimado… amigo de sus amigos, mano abierta y sonrisa extendida, patiperro y aventurero, piropero, hombre de poesía y buen brindis, encantador de mujeres. Traje, corbata y gomina, peineta a la mano y dispuesto a enfrentar lo que venga a la vuelta de la esquina.
El músico popular
Alquimista de las costumbres campesinas, recreadas con gracia y acierto en la vida urbana… florece Roberto y su canto viajero en bares, circos, ferias, mercados, quintas de recreo, ningún espacio popular escapó a la fusión de las expresiones rurales y urbanas del pueblo chileno. De tanto andar su figura se ha retratado como un eslabón entre el campo y la ciudad, cultiva y conoce la cueca brava, pero termina creando las cuecas choras. Las cuecas del tío Roberto llegan sin pretensiones, con harta garra y muchas ganas. Se tocan con un par de guitarras, a veces condimentadas con cucharas, platos de café o conchitas, percusiones domésticas que agregan aún más sabor a un estilo picaresco de historias dramáticas tamizadas por el humor, otras historias rozan los bajos fondos, así se explica su cultivo en cárceles y lugares marginales… todos tienen espacio en esta creación de dolor y decadencia que ríe de sí misma. Después de su paso por San Antonio vendrán las primeras grabaciones, destacan “el chute Alberto”, “tengo una mina en Mapocho” y otras, como la inédita cueca de San Antonio que transforman el folclor urbano. El jazz guachaca lo explicaba el mismo tío Roberto : “tomé trozos de Benny Goodman, Luis Armstrong y otros y con la música que traían los marinos que llegaban al puerto de San Antonio y Valparaíso, salieron estas composiciones que ni Aristóteles las entiende...”
La Negra Ester
El puerto de San Antonio es el escenario de fondo para recrear con éxito singular una historia de amor en el Chile de mediados del siglo XX. La mayor parte de la música de la obra teatral corresponde a creaciones y recopilaciones de Roberto Parra, la impronta musical es muy chilena, se reconocen cuecas choras, jazz guachaca, boleros y otras expresiones populares, las letras son por sobre todo lenguaje y humor popular
Las Décimas son llevadas al teatro bajo la dirección del talentoso director y actor Andrés Pérez, la obra teatral ha recorrido Chile y el extranjero, creada como obra teatral en 1988, con millares de espectadores, se ha convertido en un clásico del teatro chileno.
Al puerto e San Antonio
Me jui con mucho placer…
Así comienza La Negra Ester, con la llegada de un trasnochado Roberto que finaliza las celebraciones de Fiestas Patrias en Leyda. Conoce a una prostituta que lo deslumbra con su hermosura, su amor no es correspondido y lamenta su padecer. Cuando logra su querer aparecen los desencuentros, distintos y dolorosos episodios se suceden. Al buscarla nuevamente, sabiendo que la amaba, se entera que Ester ha muerto.
La obra está escrita en versos, con 10 versos por estrofa y rimada como décima espinela, el ritmo es marcado, muy acorde al ritmo del habla popular, aunque es una obra extensa está alivianada por la picardía y las recurrentes escenas de humor.
Herencias que buscan herederos
Mezclador inigualable de rural y lo urbano, fundador de un nuevo folclor urbano. Roberto Parra es un referente ineludible en la cultura popular chilena.
Deja unos pocos discos grabados pero su legado musical es mucho más grande en el imaginario cultural de Chile. Creador de las Cuecas Choras y del jazz Guachaca, ambos estilos con seguidores de culto entre las nuevas generaciones. Destaca el conjunto Los Tres
Es capaz de adaptar al teatro las décimas de La negra Ester, obra representada en verso, hecho singular si lo concebimos en la segunda mitad del siglo xx. Es la obra teatral más vista en Chile.
Cultiva un estilo de vida que hoy es seguido por muchos y tiene un referente ampliamente reconocible en las cumbres Guachacas.
Para el puerto de San Antonio es una figura unida a la cultura de este puerto, ícono de la bohemia porteña y el imaginario musical del siglo pasado
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